🧠 Parte 3: El Estado como emisor masivo de climas digitales (2020–2023)
Análisis de Impulso 360 sobre estrategias reputacionales con soporte institucional y tácticas de desinformación coordinada
Introducción
El período comprendido entre el retorno del kirchnerismo al poder (diciembre 2019) y los últimos meses del 2023 marca una etapa clave en la evolución de la guerra digital en Argentina. Desde Impulso 360 identificamos un salto cualitativo en la institucionalización de las operaciones simbólicas: ya no se trataba sólo de militancia digital, sino del uso del aparato estatal y sus satélites para influir en la conversación pública, blindar liderazgos y ejecutar campañas de ataque reputacional.
Este capítulo analiza cómo el Estado se volvió emisor, amplificador y legitimador de contenidos emocionales y desinformación, mediante estructuras comunicacionales formales e informales.
1. Infraestructura de propaganda en red: ministerios, medios públicos y cuentas asociadas
Desde Impulso 360 detectamos que el gobierno nacional desarrolló una arquitectura comunicacional híbrida, con nodos estatales, paraestatales y pseudoprivados que actuaban en coordinación informal:
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Medios públicos como Télam, TV Pública, Radio Nacional operaron como repetidores de marcos discursivos favorables, minimizando críticas o tergiversando datos (ej.: manejo de pandemia, inflación, corrupción).
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Ministerios con estrategia en redes sociales que priorizaban la emocionalización del mensaje y el combate simbólico (ej.: Ministerio de Salud durante pandemia, Ministerio de Mujeres en controversias públicas, etc.).
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Cuentas satélite (trolls con estética ciudadana) amplificaban estos contenidos de forma aparentemente orgánica.
Esta red permitía al oficialismo emitir climas digitales completos: desde el framing narrativo inicial hasta su viralización emocional y su defensa argumentativa.
2. Desinformación legitimada: la cadena de fake news desde el Estado
El uso de la mentira como herramienta política adquirió otra dimensión cuando la desinformación era iniciada o sostenida por fuentes oficiales:
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Casos como los partes epidemiológicos falsos, cifras económicas poco claras o la manipulación de imágenes y audios (ej.: vacunatorio VIP, ocupación de camas, relación con Venezuela o China).
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Validación mediática desde canales estatales, y réplica automática en redes por influencers y “militantes 3.0”.
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Construcción de “realidades paralelas” con narrativa emocional fuerte, que dificultaba el contraste con datos reales.
Desde Impulso 360 conceptualizamos esto como operaciones de “blanqueo reputacional”: mentiras con legitimidad de origen. El daño reputacional a opositores o instituciones no requería veracidad, sino volumen, timing y emocionalidad.
3. Blindaje reputacional presidencial
Durante este ciclo, Alberto Fernández, y especialmente Cristina Fernández de Kirchner, fueron objeto de una estrategia sistemática de blindaje emocional:
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Uso de hashtags coordinados como #FuerzaCristina, #EsLawfare, #TodosConElla, que operaban como mecanismos de cohesión simbólica interna frente a denuncias judiciales o mediáticas.
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Relatos de persecución judicial (lawfare) amplificados por figuras mediáticas afines, como Victor Hugo Morales, Pedro Brieger, Horacio Verbitsky, entre otros.
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Desde Impulso 360 advertimos un uso táctico del victimismo como herramienta de refuerzo identitario: la figura política se elevaba cuanto más era atacada.
Esta estrategia se sustentaba también en una comunidad emocional que actuaba de escudo narrativo, invisibilizando contradicciones o errores graves bajo el paraguas del “ataque de los poderes fácticos”.
4. Operaciones de aniquilamiento simbólico: opositores como enemigos
En contraposición al blindaje oficialista, se ejecutaron campañas digitales de desprestigio intenso y personalizado contra figuras opositoras:
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Construcción de arquetipos como “la derecha golpista”, “los libertarios odiadores”, “los ricos que no quieren pagar impuestos”.
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Casos de ataque sostenido a figuras como Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Javier Milei, incluso con deepfakes, campañas de desprestigio y trolls coordinados.
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Difusión de información privada, memes destructivos, fragmentos descontextualizados, edición de videos para generar repudio.
Impulso 360 define este fenómeno como ingeniería emocional de aniquilamiento simbólico, cuya finalidad no era refutar ideas, sino convertir personas en símbolos de rechazo social.
5. Cooptación de causas legítimas
Otra táctica avanzada fue la apropiación de causas sociales como escudo reputacional:
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Feminismo, derechos humanos, inclusión LGBTIQ+, memoria histórica: causas reales utilizadas como marco de legitimación institucional frente a críticas de corrupción, mala gestión o abuso de poder.
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Oposición a figuras de esas mismas causas si no se alineaban con el discurso oficial: ejemplo, críticas a feministas críticas del gobierno.
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Desde Impulso 360 lo analizamos como reputación por asociación forzada: la imagen del gobierno se recubría de causas nobles para neutralizar ataques.
Este fenómeno representa un dilema reputacional complejo: cómo responder a estructuras que se blindan con valores éticos mientras ejecutan prácticas reprochables.
Conclusión: cuando el poder simbólico se institucionaliza
Este período demuestra que la guerra digital en Argentina alcanzó su punto más complejo: la convergencia entre poder estatal y capacidad simbólica. Ya no hablamos sólo de trolls o influencers: hablamos de aparatos institucionales enteros ejecutando ingeniería emocional sobre la ciudadanía.
Desde Impulso 360 entendemos que cualquier estrategia reputacional —sea empresarial, política o institucional— debe hoy considerar el riesgo de operar en un entorno donde el Estado puede actuar como troll, censor, propagandista y víctima al mismo tiempo.
🔗 Siguiente capítulo:
Parte 4: La desregulación simbólica total. El caos reputacional en la era Milei (2023–2025)
El análisis de Impulso 360 sobre el modelo libertario: memes como política de Estado, influencers como funcionarios y el desmantelamiento de la narrativa tradicional.
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